.Al final, al final, al final… ¿Qué querrá decir con esto Xisco Fuster, el presentador de los Locos de la Luna? ¡Al final! ¿Al final de la calle, al final de la vida, al final de tu conciencia, al final de tus miedos? Pues sí, a todo eso y mucho más. Lecturas de fragmentos literarios, de poemas o audiovisuales rondando los temas finales.
Empezamos con la visión de un pequeño corto que empieza por el principio y llega al final (o se lo imagina) y vuelve al princio. ¿Por qué? Pues para explicar que el final de muchas películas es la pareja que se junta, y se termina, es el final, ¿el final?, son felices y comen perdices. Ay, felices ¿y ya está? ¿Es el final? ¿No pasa nada después?
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¿Qué haces tú, empiezas por el final?, A veces sí, empezamos por el final, o ponemos el final enmedio y el final al final, con lo cual todo va a liarse antes de finalizar.
Con éste alcanzamos el programa número 11, más el cero, son en realidad 12 programas y un año tratando de regar con letras los jardiones secos de las personas. Hemos hablado de varios temas durante este año: el hola, el destino, la pasión, el agua, volar, silencio, al revés, la palabra mensajera, volver otra vez, por qué escribo (sin planteárnoslo dimos cabida a cinco nóbeles: Camilo José Cela, Vargas Llosa, Octavio Paz, García Márquez, Saramago, además de Borges (que bien lo merecía) y contamos también con Eduardo Mendoza, la misma noche en que se declaraba como ganador del Premio Planeta.
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Al final el mar, o el hielo. “¿Adónde ir?”
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CÉSAR RIBBA y Pablo Neruda. «Matilde»
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Helge Krog. La ruptura (fragmento)
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Ella esperaba que todo lo que ha ocurrido nos ayudaría a salir de nosotros mismos y emprender una vida nueva. Pero no puede ser; es demasiado tarde. Hemos construido los muros a nuestro alrededor tan anchos y espesos que al final han sido más fuertes que nosotros. Aunque tuviésemos corazón para derrumbarlos, no tendríamos fuerza para ello. Hemos querido algo inconcebible. Hemos querido parar la corriente de la vida y guardarla.
Creíamos que lo habíamos conseguido, que ya teníamos apresada la corriente, pero no observamos que entonces ya no había corriente, tan sólo era remolino. Tú puedes tener una orilla junto a un río y fuerza en el río cuando pasa por delante de ti, poseer la vida cuando pasa por ti. Pero el río, la corriente, eso no puedes tenerlo; la vida no puedes poseerla; seguirá su curso, hacía el mar. Si pretendes pararla, tenerla, entonces se muere en ti y entonces mueres tú mismo, porque la vida no está en ti. Nadie se da cuenta del día hasta que se pone el sol.
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Poesía visual de Joaquim Brustenga
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“La imagen proporciona una ventana al mundo. A mí, desde luego, la imagen me fascina, me libera de tensiones y se convierte en un vehículo idóneo para comunicar. La poesía visual me ha dado libertad, y mediante la imagen puedo transmitir ideas, conceptos, sentimientos y hasta reivindicaciones. Si para Gabriel Celaya la poesía es un arma cargada de futuro, la poesía visual para mí es el futuro en mis propias manos, en mi mente, en mi sueño. ¿Se puede ambicionar más?”.
Joaquim Brustenga
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CARLOS HERRERA (lee Adriana Herrera). Incertidumbre
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La noche se fue y con ella sus ojos desbocados,
el miedo y su oscuridad de espanto.
El camino, antes incierto,
se abre, de nuevo, como un lirio a la esperanza.
El alba que se iba por el tragaluz del tiempo
vuelve a nacer y nos invita a vivir de nuevo,
a hacer cosas distintas,
a dejar sobre la tierra nuestra impronta
mientras llega el morir, que siempre llega…
Fue larga la noche y tenebrosa,
recorrimos, en ella, el baldío camino del silencio,
esa llanura yerma donde los recuerdos
sucumben al olvido y el alma va temblando
entre las zarzas espinosas de la muerte.
Al final, agotados y sin fuerzas, vimos la luz.
¡La luz! ¡La luz! ¡La luz!
Qué hermoso ver la luz de la mañana,
el horizonte pintado en rojo y malva,
sentir el aire, limpio, correr sobre la frente
y dejar en el ambiente las gotas de roció.
Nacer de nuevo,
Ave Fénix que remonta el vuelo,
recorrer nuevamente los caminos de la tierra,
conocer, como un sabio, los misterios del agua
y descubrir los secretos que se lleva el viento,
porque mas allá de la vida y el misterio
nos aguarda inagotable el universo…
Mas, entre el crepúsculo y la aurora
hay un abismo de agonía, de luces y de sombras:
la luz primera avanza torpemente,
a media luz las cosas se iluminan,
se abren poco a poco a su esplendor en el presente
recordando vagamente el ayer, los días idos
y vuelve, sin más, la cotidiana historia,
y al final, las huellas que dejamos en la arena
la ola espumosa y silenciosa las borra de la playa.
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La muerte es el último final
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“Somos los pastores de nuestros cuerpos, que son animales tan estúpidos, peludos y repugnantes como el ganado. La muerte nos liberará de esta responsabilidad.”
John Updike
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FERNANDO GARCÍA
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Al final de la vida nos espera la muerte con la guadaña bien erecta, lista para cortarnos la… vida. Al final del pasillo, pasada la barra, están los servicios, no tiene pérdida.
Todo esto me ha trasmutado en una empanada filológica-etimológica. En esta bendita tierra, al servicio se le denomina “lloc comu”, y el lugar común por antonomasia, el que nos iguala a todos los humanos, es la muerte. Lo que quiero decir es que en ambos casos nos vamos a la mierda.
El tema que hoy nos ha propuesto Xisco ha sido sencillo, ya que todo acaba teniendo un final. Nada es eterno, salvo el amor, que es eterno mientras dura.
Hay cosas que parece que van a durar eternamente, como las inagotables temporadas de Hospital Central o las canciones de Bonney M. Que Dios conserve en su gloria al morenito de Bonney M, que también ha llegado al final de su vida, pero el mundo sería un poco mejor y un poco menos casposo si hubieran metido también en el ataúd sus grandes éxitos. Ya puestos a pedir, me gustaría que le practicaran al doctor Vilches una eutanasia, si es posible, con mucho dolor, para no tener que padecer más episodios de Hospital Central.
Hago un inciso para realizar una reflexión que no viene al caso y que sólo podrá ser paladeada por quienes gozamos de una exquisita sensibilidad y una cultura desbordante, allá va: la saga “Crepúsculo” refleja el doloroso dilema de elegir entre la necrofilia y la zoofilia.
Pasando a otra cosa,tenemos a Ratzinger, que lo único que pretende es que al final, todos acabemos a hostias.
Tenemos a los perroflautas y melendis, que se dicen antisistema, pero que al final lo que pretenden es no dar un palo al agua, ducharse cuando les moja la lluvia y robar litronas en los supermercados.
Y ya que estamos con los finales, nos podemos poner maquiavélicos y hablar de medios y fines. Tomemos el atletismo, en el que el fin es ganar, ser el mejor. En cuanto a los medios… recientemente ha salido a la luz la “operación galgo”, en la que los atletas usaban medios ilícitos. En su ansia de victoria eran capaces de hacerse autotransfusiones de sangre con la misma facilidad con la que una Choni poligonera se cambia una compresa con alas.
Digo yo que puestos a utilizar símiles caninos, lo de Matas podría llamarse operación “ratero mallorquín” o a las trapalladas de la Munar con el nombre de “operación pekinés con alisado japonés”.
Ya veis que esto iba de fines y finales y al final ha quedado en que finalmente no hay un final que se pueda finalizar dignamente, así que finalizaré diciendo que he finalizado por hoy. Fin.
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Jacinto Benavente recita Monólogo del ladrón de sueños
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Pilar Alcántara lee sus poemas
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Se estrena con nosotros alguien que también quiere ser Loca, es Loca.
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Witold Gombrowicz. Ferdydurke (fragmento)
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Decidme, ¿cómo pensáis?, ¿acaso, según vuestra opinión, el lector no asimila sólo partes y sólo en parte? Lee, digamos, una parte o un pedazo y se interrumpe para, dentro de algún tiempo, leer otro pedazo; y a menudo ocurre que empieza desde el medio o, incluso, desde el final, prosiguiendo desde atrás hasta el principio. A veces ocurre que lee dos o tres pedazos y lo deja… y no porque no le interese, sino porque algo distinto se le ha ocurrido. Pero aun en el caso de leer el todo, ¿creéis que lo abarcará con la mirada y sabrá apreciar la armonía constructiva de las partes, si un especialista no le dice algo al respecto? ¿Para eso, pues, el escritor, durante años, corta, ajusta, arregla, suda, sufre y se esfuerza: para que el especialista diga al lector que la construcción es buena? ¡Pero vayamos más lejos aún, al campo de la experiencia cotidiana! ¿No ocurre acaso que cualquier llamada telefónica o cualquier mosca puede distraer al lector de la lectura justamente en ese supremo momento en que todas las partes y tramas se juntan en la unidad de la solución final? ¿Y si en ese momento entrase, digamos, su hermano y dijese algo? La noble labor del escritor se echa a perder a causa de una mosca, un hermano o un teléfono. (…) ¡Malditas y terribles partes! ¡Para eso, pues, construimos el todo: para que una partícula de la parte del lector asimile una partícula de la parte de la obra y sólo en parte!
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CRISTINA MOSCOSO. Infancia y muerte. Federico García Lorca
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Para buscar mi infancia, ¡Dios mío!
comí naranjas podridas, papeles viejos, palomares vacíos,
y encontré mi cuerpecito comido por las ratas,
en el fondo del aljibe y con las cabelleras de los locos.
Mi traje de marinero
no estaba empapado con el aceite de las ballenas,
pero tenía la eternidad vulnerable de las fotografías.
Ahogado, sí, bien ahogado. Duerme, hijito mío, duerme.
Niño vencido en el colegio y en el vals de la rosa herida,
asombrado con el alba oscura del vello sobre los muslos,
agonizando con su propio hombre que masticaba tabaco en su costado
siniestro.
Oigo un río seco lleno de latas de conserva
donde cantan las alcantarillas y arrojan las camisas llenas de sangre;
un río de gatos podridos que fingen corolas y anémonas
para engañar a la luna y que se apoye dulcemente en ellos.
Aquí solo con mi ahogado.
Aquí solo con la brisa de musgos fríos y tapaderas de hojalata.
Aquí sólo veo que ya me han cerrado la puerta.
Me han cerrado la puerta y hay un grupo de muertos
que juega al tiro al blanco, y otro grupo de muertos
que busca por la cocina las cáscaras de melón,
y un solitario, azul, inexplicable muerto
que me busca por las escaleras, que mete las manos en el aljibe
mientras los astros llenan de ceniza las cerraduras de las catedrales
y las gentes se quedan de pronto con todos las trajes pequeños.
Para buscar mi infancia, ¡Dios mío!,
comí limones estrujados, establos, periódicos marchitos.
Pero mi infancia era una rata que huía por un jardín oscur´isimo,
una rata satisfecha mojada por el agua simple,
y que llevaba un anda de oro entre los dientes diminutos.
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7 de octubre, 1929.
New York
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Josep Pla y su cigarrillo y las mujeres
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Karel Capek. La guerra de las salamandras (fragmento)
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– Te voy a confiar un secreto: ¿Sabes quién, incluso ahora, entrega explosivos, torpedos y taladradoras a las salamandras, cuando la quinta parte de Europa está ya inundada? ¿Sabes quién trabaja febrilmente en los laboratorios, a fin de encontrar materias y maquinarias más eficaces para barrer el mundo? ¿Sabes quién les presta a las salamandras dinero, sabes quién financia este Fin del Mundo, todo este Diluvio?
– Lo sé. Todas las fábricas, todos los bancos, todos los estados.
– Ya lo ves… Si fueran solamente las salamandras contra la Humanidad, quizá no sería tan difícil hacer algo. Pero gente contra gente, eso no hay quien lo detenga.
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¿Al final de la conciencia?
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PEP LLUIS es el glosador de los Locos
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Él va viendo y oyendo, a veces hasta escucha, y recoge aquello que más le llama la atención. Luego, como por arte de magia, le sale un ripio, lo mismo que a una madre le sale un ser vivo de sus entrañas (bueno, no es lo mismo, pero en cierto aspecto se parece, ¿no? ¡También vosotras, cómo os ponéis!).
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Marga Cañellas recita a Víctor Canicio
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César Ribba recita a Benedetti
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«Fin». Se lo dedica a la uruguaya que realiza la gestión de los audiovisuales en los Locos. Gracias Mónica, porque lo haces bien y lo haces con alegría.
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La última palabra
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CUENTO en directo
Por primera vez desde que tengamos noticia, en los Locos hemos intentado sacar un cuento de la mente del público. Y algo ha salido… Si alguien se atreve a escribirlo siguiendo las indicaciones del público, que nos lo envíe y lo publicamos más abajo.
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Primera parte. Planteamiento
Segunda parte. Crisis
Tercera y última parte. Desenlace
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Ken Follet. Entrevista y concierto en directo
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“Algún día yo seré olvidado, como disuelto en fango sólido, como vuestro gruñidor, lujurioso, hambriento hombre de Neanderthal con los huesos rotos.”
John Updike, «Hacia el final del tiempo».
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Los Locos de la Luna es un programa
presentado por Xisco Fuster
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Addenda
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Rafael Cadenas. «Derrota»
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Yo que no he tenido nunca un oficio
que ante todo competidor me he sentido débil
que perdí los mejores títulos para la vida
que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una solución)
que he sido negado anticipadamente y escarnecido por los más aptos
que me arrimo a las paredes para no caer del todo
que soy objeto de risa para mí mismo que creí
que mi padre era eterno
que he sido humillado por profesores de literatura
que un día pregunté en qué podía ayudar y la respuesta fue una risotada
que no podré nunca formar un hogar, ni ser brillante, ni triunfar en la vida
que he sido abandonado por muchas personas porque casi no hablo
que tengo vergüenza por actos que no he cometido
que poco me ha faltado para echar a correr por la calle
que he perdido un centro que nunca tuve
que me he vuelto el hazmerreír de mucha gente por vivir en el limbo
que no encontraré nunca quién me soporte
que fui preterido en aras de personas más miserables que yo
que seguiré toda la vida así y que el año entrante seré muchas veces más burlado en mi ridícula ambición
que estoy cansado de recibir consejos de otros más aletargados que yo («Ud. es muy quedado, avíspese, despierte»)
que nunca podré viajar a la India
que he recibido favores sin dar nada a cambio
que ando por la ciudad de un lado a otro como una pluma
que me dejo llevar por los otros
que no tengo personalidad ni quiero tenerla
que todo el día tapo mi rebelión
que no me he ido a las guerrillas
que no he hecho nada por mi pueblo
que no soy de las FALN y me desespero por todas estas cosas y por otras cuya enumeración sería interminable
que no puedo salir de mi prisión
que he sido dado de baja en todas partes por inútil
que en realidad no he podido casarme ni ir a París ni tener un día sereno
que me niego a reconocer los hechos
que siempre babeo sobre mi historia
que soy imbécil y más que imbécil de nacimiento
que perdí el hilo del discurso que se ejecutaba en mí y no he podido encontrarlo
que no lloro cuando siento deseos de hacerlo
que llego tarde a todo
que he sido arruinado por tantas marchas y contramarchas
que ansío la inmovilidad perfecta y la prisa impecable
que no soy lo que soy ni lo que no soy
que a pesar de todo tengo un orgullo satánico aunque a ciertas horas haya sido humilde hasta igualarme a las piedras
que he vivido quince años en el mismo círculo
que me creí predestinado para algo fuera de lo común y nada he logrado
que nunca usaré corbata
que no encuentro mi cuerpo
que he percibido por relámpagos mi falsedad y no he podido derribarme, barrer todo y crear de mi indolencia, mi
flotación, mi extravío una frescura nueva, y obstinadamente me suicido al alcance de la mano
me levantaré del suelo más ridículo todavía para seguir burlándome de los otros y de mí hasta el día del juicio final.
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Gao Xingjian. «La montaña del alma» (fragmento)
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Esta es su tierra, y no hay razón para que no se comporten con naturalidad, sus raíces han ido hundiéndose en este suelo generación tras generación, sin necesidad de que vengas de lejos en su busca. En cuanto a los que se fueron de aquí hace tiempo, en su época no existía todavía la estación de autobuses, y menos aún los coches de línea. Por río, había que tomar una barca cubierta de esteras; y por tierra, alquilar una carreta. Si realmente uno no tenía dinero, sólo podía contar con sus suelas. Ahora, todos los que aún tienen un soplo de vida regresan, incluso desde la otra orilla del Pacífico, ya sea en utilitario o en coche de lujo con aire acondicionado. Algunos han hecho fortuna, otros se han hecho famosos, otros no son nada, pero han envejecido y quieren volver. Al aproximarse al final de la vida, ¿quién no siente nostalgia por su tierra?
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Wole Soyinka. Viaje
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Aunque llegué al final del viaje,
jamás sentí que hubiera llegado.
Tomé la carretera
que sube despacio la cuesta de las preguntas, y que me lleva
incluso a descender a la tierra que conduce a casa. Yo sé
que mi carne está limpiamente mordisqueada, perdida
para el perturbado pez entre las vainas susurrantes-.
Yo los dejé atrás en mi ruta.
Y así también con el pan y el vino
necesito la repartición de derrota y carestía.
Yo los dejé atrás en mi ruta.
Jamás sentí que hubiera llegado
aunque amor y bienvenida me atrapan en casa
Los usurpadores pasan mi copa en cada
banquete como en una última cena.
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Giuseppe Ungaretti. «Final»
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Ya no ruge el mar
ya no murmura el mar
sin ningún sueño el mar
es un campo triste, el mar.
Hace piedad el mar, el mar.
Oscuras nubes mueven el mar, el mar.
Los débiles humos abandonaron la cama del mar, el mar.
El mar se ha muerto, mira el mar, el mar.
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Salvador Espriu. Final del laberint, de Mr. Death
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Quan aquells dits sensibles
toquin músiques fràgils
i lentament vacil·lin
llums canviant de ciris,
surt de la festa. Mira
quanta nit, quina extrema
solitud se t’emporta,
per la rialla, a l’home
justificat i lliure
que neix del teu silenci.
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Vicente Aleixandre. Mirada final (Muerte y reconocimiento)
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La soledad, en que hemos abierto los ojos.
La soledad en que una mañana nos hemos despertado, caídos,
derribados de alguna parte, casi no pudiendo reconocernos.
Como un cuerpo que ha rodado por un terraplén
y, revuelto con la tierra súbita, se levanta y casi no puede reconocerse.
Y se mira y se sacude y ve alzarse la nube de polvo que él no es, y ve aparecer sus miembros,
y se palpa: «Aquí yo, aquí mi brazo, y este mi cuerpo, y esta mi pierna, e intacta está mi cabeza»;
y todavía mareado mira arriba y ve por dónde ha rodado,
y ahora el montón de tierra que le cubriera está a sus pies y él emerge,
no sé si dolorido, no sé si brillando, y alza los ojos y el cielo destella
con un pesaroso resplandor, y en el borde se sienta
y casi siente deseos de llorar. Y nada le duele,
pero le duele todo. Y arriba mira el camino,
y aquí la hondonada, aquí donde sentado se absorbe
y pone la cabeza en las manos; donde nadie le ve, pero un cielo azul apagado parece lejanamente contemplarle.
Aquí, en el borde del vivir, después de haber rodado toda la vida como un instante, me miro.
Esta tierra fuiste tú, amor de mi vida? ¿Me preguntaré así cuando en el fin me conozca, cuando me reconozca y despierte,
recién levantado de la tierra, y me tiente, y sentado en la hondonada, en el fin, mire un cielo piadosamente brillar?
No puedo concebirte a ti, amada de mi existir, como solo una tierra que se sacude al levantarse, para acabar cuando el largo rodar de la vida ha cesado.
No, polvo mío, tierra súbita que me ha acompañado todo el vivir.
No, materia adherida y tristísima que una postrer mano, la mía misma, hubiera al fin de expulsar.
No: alma más bien en que todo yo he vivido, alma por la que me fue la vida posible
y desde la que también alzaré mis ojos finales
cuando con estos mismos ojos que son los tuyos, con los que mi alma contigo todo lo mira,
contemple con tus pupilas, con las solas pupilas que siento bajo los párpados,
en el fin el cielo piadosamente brillar.
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