Con el acento sinuoso como la prodigiosa arquitectura del cuerpo de una madre sobre cada una de las palabras que pronuncia, Mauro Bolmida, licenciado en psicología, en Padua (Italia), siente pasión por divulgar un modelo sencillo para aprender a solucionar problemas psicológicos en poco tiempo.
Nos lo demuestra en esta entrevista en directo en la Librería Literanta de Palma de Mallorca, a cargo de Xisco Fuster y los Locos de la Luna Marcela Ballester, Darío Senda, Luis Oroz, Fernando García, Enrique Urbano y Cristina Moscoso, después de impartir una conferencia en el Colegio de Psicólogos de les Illes Balears y antes del inicio de las III Jornadas de Terapia Estratégica que tendrán lugar en el colegio Ágora de Portals sobre Comunicación.
XISCO FUSTER -. Mauro, “comunicar”, según la Real Academia Española de la Lengua, es hacer a otro partícipe de lo que uno tiene. Por ejemplo, dos amantes se intercambian fluidos, es comunicación. El amor es comunicación. Y también lo es el acto de comulgar, según recoge el diccionario en la séptima acepción. Comunicar, comunicar, disponemos de diez acepciones y todas me parecen insuficientes. ¿Qué es comunicar, Mauro?
Mauro Bolmida-. Para mí, comunicar es, fundamentalmente, cambiar un poquito a la persona que tengo delante. Es una cosa muy sencilla. Si quiero comunicar bien, tengo que prever antes el cambio que la persona va a llevar a cabo. Si yo quiero escribir un poema, donde quiero que la persona que lo lea sienta alguna emoción, debo escribir algo que la produzca. En resumen, comunicar es cambiar a los demás, enriquecer su acerbo informativo, destilando algo mío hacia ella.
El código es el sistema de reglas que emplea cada persona para dar a comunicar algo.
MB -. Cuando quiero producir este cambio, tengo que considerar la posibilidad de emplear diferentes códigos, pero el mejor es, como decía Pascal, aquel por el que la persona se persuade por sí misma. Para que la persona se persuada por sí misma, el mejor código que podemos emplear no es la razón, sino la emoción.
Fernando Pessoa era una persona que sentía mucho miedo. Es paradójico que exista una estatua suya en la calle. Escribió:
Llevo sobre mi cuerpo todas las heridas de las batallas que he evitado.
Este es el código que él utilizaba para dar a entender el miedo. El miedo es cualquier cosa que quiero evitar, y él, sin decirlo, nos lo hace sentir. Si quiero comunicar, antes de hacerme entender, debo hacer sentir. La gente que escribe poesía no necesita entender. Lo importante es lo que sentimos, y por tanto el empleo de un código emocional se vuelve imprescindible.
Presentamos al poeta Darío Senda. Se acerca al estrado para recitar su poema. Asistiremos ahora a un cambio en su manera de escribir, según me confesó frente a una cerveza el otro día. ¿Qué has sentido, Darío, al liberarte de la rima?
DARÍO SENDA-. Me gustan más los romances, la poesía antigua, aunque no demasiado antigua. Al principio me gustaba escribir poemas adornados de la rima, de musicalidad, alejados del diálogo de la calle; era lo que yo entendía como poesía. Después pasé la fase de los romances, porque los puedes ambientar en una época antigua, pero con los mismos sentimientos que ahora, el amor, la guerra… Me ha gustado cuando has dicho (a Mauro) que la poesía la ves pero no la entiendes. La poesía te deja en el corazón o, simplemente en el pensamiento, un regusto de algo que has vivido, aunque no recuerdes exactamente qué has vivido. El poeta puede llegar al lector de muchas maneras; si es recitando, llegará con los gestos, con la voz; si es solo con la escritura, el poeta habla de todo, unos con la poesía urbana, otros más sentimentales que solo hablarán del amor. Ahora he querido no innovarme, sino que, como me aburre hacer siempre lo mismo, he intentado hacer un tipo de poema menos empalagoso.
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Universo, de Darío Senda
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Y se crece mi esperanza al creer,
y al creer en la esperanza me crezco.
Y huyo de las sombras con nombre
y las sombras de mi nombre rehúyen.
Y mi boca en tu boca besa un te quiero,
y tus labios en mis labios descansan dos te amo.
Y las mariposas emprenden su tierno vuelo,
y la luz de su azul aleteo, en el cielo escribe:
Muero por ti.
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Y sueña contigo el sueño de mi noche,
y tu noche conmigo desea soñar.
Y despliegan las flores todas sus pestañas
y el color de sus pestañas tiñe la brisa,
y la dulce brisa desemboca en aire,
y ese aire mece tus cabellos de aquí para allá.
Y todo se confunde, todo se transforma, menos tú;
y de repente mi voz escapa de su garganta para exclamar:
Muero por ti.
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Y mis ojos nunca olvidarán el reflejo de tu mirada,
y mi corazón, por ello, gira igual que una espiral.
Y mucho antes de haber nacido,
y de conocer que tú y yo existíamos, ya te amaba.
Y aunque el tiempo continúe siendo tiempo
y la distancia una larga franja, ¡aquí estoy!
Y tras la vida, cientos de vidas esperan,
y tras sus mundos todas mis tierras me recuerdan:
Muero por ti.
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Y el tigre exhibe sus plumas de paloma,
y la paloma su piel de tigre.
Y ya estoy acariciando tu valle de miel,
y la miel sólo quiere cuidar a la abeja
y la abeja nada más anhela que vivir.
Y mágicamente comienzan a cantar las estrellas
y mis estrellas, a tus estrellas le cantan:
Muero por ti.
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Y me revelo contra la equivocación,
y me retuerzo al sentir sólo amor.
Y el amor se perpetúa poderoso
y a su poderío únicamente lo gobierno yo.
Y me dejo llevar por el vaivén de las olas,
y las olas se dejan llevar hasta tu orilla.
Y más tarde estallo en versos, reviento en poema,
y el enorme eco de su fuerza recita al latir:
Muero por ti.
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Y al final del camino afirman que no hay nada,
y descubro que a su espalda todo florece.
Y resurjo de mis cenizas,
y alimento un millón de hogueras,
y ardo sin consumirme
y entiendo que nadie mi fuego comprenda.
Y te siento muy dentro… tan adentro…
y sin recordar ni un cuándo ni un porqué, suspiro:
Muero por ti.
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Vives en mí.
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Un publicista me preguntaba recientemente qué obra literaria acababa de escribir yo, desdeñándola sin saber de qué se trataba, pues argumentaba que ya está todo escrito. Mauro, ¿por qué seguimos escribiendo y la gente sigue leyendo lo mismo una y otra vez?
MB -. Seguimos escribiendo y leyendo porque seguimos emocionándonos. Nuestro canal privilegiado para aprender no es el canal cognitivo, sino el emocional. Esto no se para nunca, y si queremos pararlo, peor. Desde mi punto de vista, el escritor sigue respirando porque sigue escribiendo; no puede evitarlo. El lector sigue leyendo y sigue emocionándose. El mismo libro, cambiando las palabras, se convertirá en un libro diferente. La misma frase, dicha con las mismas palabras, puede cambiar el significado. Es como un río, que te lo quedas mirando y siempre es el mismo río, pero nunca la misma agua la que pasa frente a ti, pero disfrutas viéndola.
Hablemos de los canales de la comunicación. En literatura, el canal excelente es el papel. En la actualidad se abre paso, ni a pasos agigantados ni con la contundencia del CD sobre el vinilo, la lectura sobre soportes informáticos. Los ciudadanos de grandes urbes leen en el móvil cuando se desplazan en metro, en el ordenador cuando se encuentran en el trabajo y en la tableta en su casa. ¿Va a desaparecer el papel?
(El público responde que no).
MB -. Yo no tengo tableta, no tengo nada. Me gusta el peso del libro. Uno de los más grandes que he leído se llama “Shantaram” (de Gregory David Roberts). Me encantaba llevármelo conmigo. Mil cien páginas: el peso de la cultura. Me gusta leer una frase en un libro y volver atrás, releerla, te da mucha más libertad que cualquier otro medio de comunicación masiva. Me gusta leer un libro en diferentes momentos de mi vida. Hay libros que cada vez que los leo se transforman en un libro nuevo, porque yo soy diferente. Ahora nos encontramos en una librería y me encanta. Podría estar aquí horas. Desde mi punto de vista, el canal no es neutral en un acto de comunicación. Es diferente leer en una tableta que leer una página de papel, las emociones cuentan al tocar el papel; yo he comprado a veces una edición lujosa porque la tenía impresa en una de mala calidad.
TOMEU RIPOLL (entre el público) -. ¡Las puertas de los váteres públicos también están muy bien para escribir!
MB -. Hay elementos que cambian radicalmente el efecto de una obra artística. No sé si alguno de vosotros ha visto una reproducción de una obra de Botero. ¿Qué más da? Es un dibujo, una foto. Pero luego, cuando lo ves en realidad, grande como una pared, es cosa totalmente diferente. Dependiendo de lo que quieras provocar en los demás, la tecnología nos ofrecerá nuevas posibilidades.
Has dicho provocar, ¿quizá querías decir comunicar?
MB -. No, no, hablo de provocar. La comunicación es el medio, pero lo que yo quiero es provocar en ti una emoción. Cioran, el autor de “En las cimas de la desesperación”, al final de su libro escribe que lo único que nos puede librar de la peor de las desesperaciones, cuando estamos sumidos en un agujero negro en nuestra vida, es el amor. Y escribe:
Pero ¿quién puede sentir tanto?
Yo creo que él no quiere comunicar nada, quiere darnos un guantazo y hacernos ver su sufrimiento, quiere provocar en nosotros una sensación para que nos sintamos tan abajo que solo pensemos en la posibilidad de estar más arriba. A mí me pone de buen humor leerlo. Si estoy deprimido, me leo a Cioran y me lo paso súper bien.
Dice Javier Marías que una novela engendra más preguntas que respuestas.
MB -. Un filósofo español decía que en la pregunta de un hombre sabio, ya contiene media respuesta.
Presentamos a la poetisa Marcela Ballester. Ella utiliza internet para comunicarse, pero emplea medios rudimentarios para hacer volar sus poemas.
MARCELA BALLESTER -. Soy de la vieja usanza. Escribo a mano y con lápiz.
Marcela se expresa de manera pictórica, simbólica, poética…
MB -. Ella, en el futuro, cuando suceda un break out que acabe con la energía, podrá seguir escribiendo. Nosotros no sabremos cómo se sostiene un boli.
MARCELA BALLESTER-. ¿Tú escribes poesía, Mauro?
MB -. Ya sabía que antes o después me preguntaríais esto. Siento una gran envidia por aquellos que saben escribir. Yo tenía un año y hablaba perfectamente, pero no andaba. En Primaria, a los seis años, sabía leer, pero no sabía escribir. Lo siento. Tengo más desarrollada la voz que la escritura. La escritura es difícil, es sufrimiento…
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“El mar”, de Marcela Ballester
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la ciudad se te viene encima como un rompecabezas
¿qué te da miedo del amor?
¿el salto al vacío, el volar alucinando estrellas, acaso el mar?
¿el pequeño trompo de lluvia de miel de nectar?
¿tal vez el silencio?
¿mi amor te da miedo?
¿la tierra fosforescente quizás te da miedo?
la ciudad se te viene encima, el agua lo cubre todo
la barca flota, flota
¿qué te da miedo del amor?
¿el salto al vacío?
¿la tempestad del alma?
¿mi cuerpo tiritando desnudo al borde del acantilado?
¿y todo el viento, todo, todo el viento
como cometas al centro desconocido?
el mar, el mar, el mar
y yo ahí entre el agua, desde el comienzo, atravesando las eras
aquí ahora pececito de luz en la constelación absoluta
de nuestras almas.
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Google está desarrollando unas gafas que, cuando miremos un objeto, un monumento, un edificio, se superpondrá en las gafas una entrada explicativa donde podremos leer información sobre lo que estamos mirando. ¿Dónde pondrías Mauro una novela para poder leerla a través de estas gafas?
Mauro B -. Por suerte, me siento demasiado mayor para estas cosas. Creo que cada cosa tiene su sitio. Esto de las gafas… me ha venido a la cabeza una idea. Os recomiendo que vayáis a Italia, a Roma, a Venecia. Cuando entréis en la Galería de los Uffizi de Florencia, veréis a mucha gente leyendo la guía. Saben perfectamente donde se encuentran, saben perfectamente lo que está detrás de su guía, pero no lo ven. Desde mi punto de vista, lo que hacéis aquí es como mirar detrás de la guía; las emociones que nos ha producido Marcela Ballester y que nos ha despertado Darío Senda no se pueden meter en unas gafas. Se pueden fabricar, y perfeccionarlas añadiéndoles sonidos y olores, pero será todo virtual, me faltará lo que de verdad me interesa.
Si vas a Louvre, todo el mundo está delante de “La Gioconda”. Es un cuadro pequeño pero tremendo. A 15 metros, se encuentra “La Virgen de las rocas”. Yo tenía 16 años y no sabía que existía. Me puse a observar el cuadro y estuve media hora frente a él. Si lees un libro, un poema que te encanta, te lo puedes leer diez veces y el tiempo desaparece. Con la televisión es otro el que elige por ti. ¿Cómo puedo emocionarme si otro elige por mí? Nadie tiene mi ritmo. Me ha gustado mucho la repetición de algunas palabras en el poema de Marcela. No es redundante, es armónica, rítmica. Ella ha elegido su ritmo, su velocidad. En nuestras comunicaciones, el elemento no verbal es fundamental. Podemos escuchar una poesía en otro idioma, no entender ni una palabra, pero producirnos una emoción, porque el que lo lee, está interpretando. Pero si me pongo unas gafas virtuales, ¿quién elige?
Quizá sea un instrumento más para mantener nuestra aprendida condición de borregos. Presentamos al poeta Luis Oroz.
LUIS OROZ -. Mauro, la poesía como terapia psicológica, ¿crees que es un medio válido?
MB -. La poesía, como todo arte, es muy importante. Pirandello, por ejemplo, más que un dramaturgo fue un grandísimo psicólogo. Él decía que en cualquier momento de nuestra vida tenemos una máscara que no solo determina lo que los demás puedan ver de nosotros, sino también determina lo que nosotros sabemos de nosotros mismos. Te voy a contar un caso. Una mujer de 42 años, desde los 20 tomando antipsicóticos, las expresiones de la cara habían desaprecido totalmente. Le puedes decir cualquier cosa y ella tiene puesta la máscara de paciente psiquiátrica. Un día, un director de teatro le dice:
Me gustaría que escribieras algo para mí y que lo leas delante de la cámara.
Ella lo hizo. Por primera vez en un año, vi su cara dibujar expresiones, y no solo eso; al final, le cayó una lágrima, cosa difícil en una persona tratada con tantos medicamentos. No solo la poesía puede ser una forma de terapia sino también el hecho de expresar lo que tienes dentro. Es catártica. Sirve para escucharte, para cambiar, para aprender de ti. Cioran decía:
Suerte para aquellos que están tan dolidos que se han visto obligados a escribir.
Él no podía evitarlo.
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La impresión de las palabras, Luis Oroz
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Abrió la puerta y dibujó una fecha…
estaban esperando las palabras
al pie de sus dos manos
pretéritas,
silentes,
cerradas y orgullosas
como una cicatriz.
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Movió sus dedos, encendió las lámparas
en cada habitación del diccionario;
nacieron hijos de la madre estéril,
caimanes de la rabia,
mariposas
de cada corazón que se envolvía
con la seda brillante del amor.
El beso se deshizo de los labios,
y fue cobijo,
soledad
o muerte.
Comprendió que la vida era un discurso
de palabras inmensas,
una impresión fugaz que permanece
en el aire sin aire de la imaginación,
la onírica verdad que se reinventa
en lo desconocido.
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Comprendió que el silencio que se escribe
es el único fiel a su significado,
que la palabra barco chirría bajo el cielo
de la boca que roza sus maderas,
y que lanza una red para arrastrar naufragios,
que la tierra se llena de jardines
o que en el mar se imprime el horizonte
y en su vocal respiran los delfines
de cada libertad.
Cerró la puerta y susurró
…vacío;
cayeron las palabras con su látigo negro
hacia el abismo de lo no mirado,
y el mundo se llenó de realidades
que sangraban,
exactas,
igual que tu conciencia.
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Hoy descubro que el cielo es un lugar pequeño
si no hay virtud para esconder un Ángel.
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Yo puedo decir que esta botella es verde. He codificado un mensaje en el idioma castellano, un mensaje simple. Vosotros lo entendéis perfectamente. Luis ha empleado el mismo código, la lengua castellana; sin embargo, él ha empleado un mensaje más complejo que requiere un esfuerzo en la interpretación de quien lo escucha. Quizá la poesía ennoblece al ser humano. Me temo que esto no es una pregunta, sino una reflexión.
El argentino Patricio Pron (“La vida interior de las plantas de interior”) relata la autobiográfica experiencia de ser jurado de un concurso literario al que llegan solo textos casi idénticos. A él le parece insoportable:
Me juré que jamás volvería a hacerlo. En línea general falta originalidad. Es el resultado de un establecimiento de condiciones genéricas, literarias y narrativas que los autores normalmente no cuestionan.
Yo acabo de enviar a una editorial una novela con tres muertos y la policía y un enigma, las claves que debe contener un best seller. ¿Qué tenemos que hacer, ser como Tomeu Ripoll que escribe poemas nacidos en el interior de sus fibras sensibles y sensatas o debemos vendernos al sistema?
MB -. Uno de mis autores preferidos se llama Jean Claude Izzo. Desde que lo conozco, amo Marsella. Esta ciudad, como él mismo dice, es una ciudad que no ofrece nada digno de ser visitado, pero a mí me encanta. Creo que cuando escribimos, cuando comunicamos, debemos marcarnos un objetivo.
El objetivo puede ser vender, puede ser desahogarnos, puede ser sobrevivir. Según nuestro objetivo, nuestra manera de comunicarnos será diferente. Si quiero escribir para vender, debo escribir lo que gusta a los demás; si quiero escribir para desahogarme, debo escribir lo que me gusta a mí; si tengo que escribir, porque si no, me muero, no soy yo el que elige, sino que forma parte de una zona más profunda de mí y por tanto incontrolada. Izzo vivió gran parte de su vida trabajando de carpintero, pintando paredes, hasta que, de repente, un día, un periodista leyó uno de sus cuentos y le dijo: “Esto me gusta mucho, ¿me lo vendes?” El periodista marsellés lo fue publicando por partes. Izzo fue haciéndose famoso, escribió una trilogía de novela negra (“Total Chaos” , “Chourmo” y “Solea”), “Vivir cansa”, El sol poniente” y “Los marineros perdidos” (entre otros). Después, cuando le llegó el éxito, se murió de cáncer.
Al final, la vida es la que lo decide todo, pero nosotros podemos decidir por qué queremos escribir. ¿Cuál es el objetivo que tengo? Si mi objetivo es hacerme rico, tengo que elegir. En mi profesión, hay psicólogos que son mucho más buenos que yo a la hora de ganar mucho dinero, pero solo son buenos en esto, en ganar más, en el resto no son más buenos que yo. (El público ríe).
Presentamos al poeta Tomeu Ripoll. Tomeu se está volviendo un experto en introducirse en las personas para hacer vibrar las cuerdas de nuestras almas como lo hace un guitarrista con sus flexibles uñas dominando las cuerdas de su instrumento. Se pasea por los bares y las calles y recita sus poemas, escudriña su efecto, toma nota y vuelve a recitar, cada vez mejor.
TOMEU RIPOLL .- Me parece una falta de respeto hablar sin que nadie te vaya a entender. En el acto de comunicar es necesario que el otro te comprenda. Para mí, la poesía es una liberación y supongo que lo es para el resto de los escritores, al menos yo me quedo muy descansado cuando lo hago. Para mí, no es un esfuerzo, sino todo lo contrario, aunque después sí que tengo que retocar lo que he escrito para que los demás puedan comprenderlo y puedan sentir lo que yo sentía. Me pasó hace unos días, mientras trabajaba, en una asociación de niños con problemas de autismo y otros problemas mentales. Recité a un educador un poema. Al acabar, se me acercó un chico que sé cierto que no entendió ni una palabra, me empezó a abrazar y a darme besos y a juntarse a mí, tal vez solo por la manera en que lo interpreté. Es como la música; la música te hace sentir sin la necesidad que entiendas lo que dice. También me pasó con una chica de unos treinta años, hace poco… Me paré en un bar a tomar un café y me puse a recitar. La chica se me puso a llorar. Por eso digo que el oyente es tan importante como el locutor. La chica había sufrido una ruptura amorosa y tras oírme me dijo:
Claro, ahora entiendo muchas cosas; ¡eres un santo!
Tomeu Ripoll ha descubierto el equilibrio para volar en una alfombra mágica. Si se mira el siguiente vídeo, el espectador logrará deslumbrarse; el vídeo impacta, por su contenido y por su forma. En cambio, la calidad de otros vídeos del mismo poeta comunican con demasiada timidez. Alguien incluso me dijo, “Es que molesta oírlo”. El problema, claro, no era el poeta, sino la grabación. En comunicación, también conviene saber en qué alfombra estás volando.
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TOMEU RIPOLL: Sentí lo mismo. Me decían que recito muy bien, pero cuando yo me veía en un vídeo no entendía por qué, si era horrible. La verdad es que, en esta grabación me gusto hasta yo.
Tomeu recita en Los Locos su último poema, una maravillosa protesta contra la animalidad que engendra la raza humana, los ojos ciegos frente al horror, la desigualdad, la muerte, la indiferencia. Tomeu ha sido seleccionado para la final internacional del Poetry Slam de Barcelona y es probable que eche mano de este poema para deslumbrar al público más entregado a la poesía. En su lugar, publicamos aquí este otro poema suyo que nos va muy bien para el tema de la comunicación. (Colgaremos el vídeo después del certamen de Barcelona.)
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Desajuste léxico, de Tomeu Ripoll
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Cada tarde llego tarde a tu tarde,
como llega, completamente temprano,
el mediodía a la medianoche.
Y no sé que sembrar en tu pecho
ni que decirle a tus pies
para que te quedes,
y no se vaya tu pensamiento
a dar vueltas por el mundo,
que araña con su tristeza de escoba
y su factura de alambrada.
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Cada mañana llego tarde a tu noche,
encuentro clausurados tus ojos,
comenzados tus sueños…
y yo me hice ya viejo
para coger trenes en marcha.
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Cada noche llego mañana a tu tarde,
porque es oscuro el futuro con retraso,
la incertidumbre de la hora última,
y no llegar a despertarse en el tiempo.
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Cada mirada llego tarde a tus ojos,
es irremediable, y paradójicamente
me sobran y faltan palabras.
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Me ha dejado sin palabras. (Nos referimos al poema recitado por Tomeu cuyo título tampoco desvelamos).
MB .- (A Mauro le cuesta articular la primera palabra). Esto que nos ha declamado Tomeu, ¿podéis meterlo en unas gafas?
UNA SEÑORA DEL PÚBLICO -. En un buzón de sugerencias, porque parece una queja.
Sin embargo, yo creo que si al abrir el buzón se encuentran con esa voz y ese empuje cantándole las quejas con esta contundencia, se van a quedar un poco desasosegados.
MB -. Yo creo que, si entre nosotros se encontrara una persona que solo entiende chino, no se habría podido quedar indiferente; se habría emocionado, ¡sin saber el porqué! Luego le explicaríamos el contenido del poema y se habría emocionado el doble.
Pero tiene algo de verbal, está escrito, y es emocional, ¿cómo se comunica algo emocional por escrito?
No hay ninguna regla. La única regla en esto es que no hay reglas. Cada uno saca lo suyo. Me viene a la mente una canción de un grupo español (Ska-P) que dice “qué suerte hay que tener al nacer” (Planeta Eskoria).
TOMEU RIPOLL -. Quería hacerte algunas preguntas, pero ya las has respondido antes de hacértelas.
MB -. Para mí la cosa genial del arte, porque esto es arte, es que cada uno de nosotros lo asimila a través de algo que no son sus orejas, sino a través del vientre. La misma cosa que Tomeu lee, escuchado en momentos diferentes, provoca sensaciones diferentes. No creo que exista un secreto para la poesía. Es una necesidad. Tú la sacas y la modelas…
TOMEU RIPOLL -. Para que los demás la entiendan.
Una piedra en el camino me enseñó que mi destino era rodar y rodar. ¿Las piedras hablan?
MB -. Te contesto con una pregunta: ¿Es posible no comunicar? (Del público brota un par de noes). Te habla una piedra, te habla cualquier cosa que tú quieras escuchar. El problema no es si los otros te hablan, el problema es que tú quieras escuchar. Hay un proverbio musulmán que dice que Dios nos ha hecho con dos orejas y una boca, porque tendremos que escuchar el doble de lo que hablamos, ¡pero a mí no me pasa! (bromea). (El público ríe).
Presentamos a la poetisa Cris Moscoso. Gallega. Muy humilde. Creo que los poetas necesitan también mucha humildad para empaparse de las cosas que les rodean. Cris ha escrito algo sobre la mentira.
CRISTINA MOSCOSO -. Sin duda, la mentira es un desacierto, pero a veces pienso que es una forma de comunicarse.
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Invitación, de Cristina Moscoso
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Quiero que no dejes de contarme mentiras.
Háblame de Ulises y sus hazañas, de como Georg Samsa, hundido en un mar de verdades, se transformó en cucaracha.
Háblame de las inmensas travesías en busca de los tesoros enterrados en las islas, de Lorca paseando con los cocodrilos por Nueva York y de las cárceles abiertas donde los presos nunca olvidan la geometría de las flores ni los amaneceres cargados de promesas.
Y convénceme de que la Coca-Cola es la chispa de la vida.
Cuando se alejen las ideas y se agoten tus adjetivos, aférrate con fuerza al precioso legado de las voces ausentes, a las paredes barnizadas con sueños despiertos.
Después abrázame tan solo con sonrisas y miradas; entonces ya no me desbordará el tiempo, ni me arrastrará con sus plomos pesados de tanta verdad hacia los ángulos más oscuros de nuestra arquitectura.
Ahora que olvido verdades, prefiero deambular por sus orillas y sus alrededores.
Con aire alegre, algo ausente, voy arañando palabras de amor, sonrisas abandonadas en los arcenes de las autopistas sin peaje.
Nunca dejes de contar mentiras con sabores tan duraderos como los dulces de regaliz al atardecer de la niñez.
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CRISTINA MOSCOSO -. Mi pregunta, Mauro: el poema que he leído, ¿es una paradoja o una contradicción?
MB -. La paradoja es: “No pienses en un elefante”, y nadie podrá evitar pensar en un elefante. En el mismo momento se producen dos efectos: yo que os pido una cosa y vosotros que hacéis lo contrario. La contradicción, en cambio, que para nosotros es mucho más común, es: “No tengo que comer mucho embutido porque me engorda”, pero solo llegar a Mallorca, me como un bocadillo de sobrasada con queso. Es una contradicción. La verdad y la mentira, la mentira y la verdad son un tema más paradójico que contradictorio. No olvides una cosa: La verdad es la mentira para un mentiroso. En el momento que yo te digo, “te estoy diciendo la verdad”, ¿tú qué crees?
CRISTINA MOSCOSO -. Que es mentira.
MB -. La comunicación nos traiciona. Nixon, en pleno Watergate, disfrutaba de mucho consenso en Estados Unidos. Hasta que se presentó frente a todas las televisiones, al estilo berlusconiano, diciendo:
Yo no soy un ladrón.
Después de esto, todo el mundo pensó que era culpable. Por eso, Cris, no hay que dejar de decir mentiras.
Las religiones prohíben, te dicen no hagas esto, no hagas lo otro, no hagas lo de más allá y de hecho la vida se convierte en un sorteo de prohibiciones. Por ejemplo, una historia de amor en un libro. Si existe el amor libre en una novela, el personaje se enrollará un día con una, otro día con la otra y el fin de semana con otra. ¿Dónde está la intriga, la tensión, el mensaje, si no existen las prohibiciones?
MB -. Es lo peor. Imaginaos que vivís vuestra primera historia de amor. Os habéis dado el primer beso y quieres llegar un poco más lejos. Llega tu madre y te dice:
Mira, aquí tienes el preservativo, te doy la llave de casa, yo cuando terminéis te preparo el té…
¡Esto no puede ser placentero! La prohibición es esencial en todas las convenciones sociales porque el placer es poder transgredir. El placer es transgresión. Tengo un amigo que es profesor de filología inglesa que dice:
Si Óscar Wilde estuviese vivo ahora, sería heterosexual, casado y fiel a su mujer.
porque esto es ser transgresivo ahora.
Presentamos a Fernando García, escritor transgresor especialista en transgresiones.
FERNANDO GARCÍA -. Las redes sociales, el Facebook, el Twitter y todo eso, Mauro, ¿hasta qué punto son comunicación y hasta qué punto son narcisismo?
MB -. Depende. Desde un punto de vista, las redes sociales, como escribir o declamar un poema o cualquier otra forma artística se hace en parte para los demás y en parte para ti. ¿Cuál es el porcentaje de narcisismo y cuál el de comunicación? Creo que cuando entras en el perfil de una persona en Facebook, de inmediato te das cuenta de si se está comunicando o se muestra a sí mismo. También debe decirse que saber hacerse ver es muy importante. Óscar Wilde decía:
Solo los superficiales no juzgan las apariencias.
Lo primero, cuando quiero comunicar es saber cuidar las apariencias (el blog de Eugenia Moreno explica un caso con voz de mujer, click aquí). Si vosotros os fijáis en los zapatos y en cómo visten las personas, podréis averiguar mucho de esa persona. Las redes sociales son lo máximo para mostrar nuestras apariencias, pero cuidado, solo los superficiales juzgan esto.
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La comunicación, de Fernando García
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Todos estamos de acuerdo en que la comunicación es una herramienta de interacción social. La cuestión radica en las cosas que decimos y la manera en que las decimos.
La misma frase puede tener distinto significado según quién sea nuestro interlocutor. Por ejemplo, si alguien me dice “tengo que entregarle a usted este sobre”, me acojonaré porque seguramente sea una factura o una multa. Pero si yo fuera un dirigente del Partido Popular, me llevaría una gran alegría porque se trataría de un sobre-sueldo.
Otro asunto problemático se refiere a las cosas que queremos comunicar y los motivos que tenemos para ello. Tengo la impresión de que en muchas ocasiones el mensaje no tiene un fin en sí mismo, sino que es un instrumento para reafirmarnos a nosotros mismos.
No tengo cuenta en Facebook. Y cuanto más intentan convencerme, más ganas se me van de crearme una. Uno de los grandes argumentos que me proporcionan es que sirve para enterarte de cosas de la gente con la que normalmente no te apetece hablar. Y no me toméis por un hombre discreto, no me parece mala idea lo de cotillear, lo que me toca los huevos es saber que hay gente a la que no le apetece hablar conmigo y se quiera meter en mi Facebook para cotillearme.
Parece que la gente utilizara el Facebook como una especie de photoshop emocional. Intentan mostrar su vida más bonita e interesante de lo que realmente resulta ser.
La formalidad en el lenguaje es un requisito para resultar civilizado, pero a veces ser civilizado se confunde con ser hipócrita. Está de actualidad que Ratzinger Z ha declarado que se retiraba por encontrarse “agotado y al límite de sus fuerzas”, cuando habría sido más bonito que nos dijera estaba hasta la polla y que se quería retirar a un asilo para resolver sudokus teológicos y dedicarse a la jardinería con su plantación de maría (sin pecado concebida).
A veces no sabemos exactamente lo que queremos decir o el mensaje queda distorsionado a mitad de camino. A los hombres nos sucede a menudo: les decimos a las mujeres “te quiero” pero se nos olvida añadir la coletilla “echar un polvo”.
El lenguaje no verbal es igualmente importante y, en muchas ocasiones, más revelador que el verbal. A muchos de vosotros os habrá sucedido tener que cenar una nochebuena en casa de vuestra suegra. El problema surge cuando os coméis una croqueta. Y afirmáis que las croquetas están muy buenas mientras ponéis cara de estar bebiendo un chupito de amoniaco. Lo peor es la reacción de la suegra, que no se sabe si porque le faltan luces o por una sutil crueldad se pasa la noche repitiéndote “come más croquetas, que te han gustado mucho”.
Aquí finaliza mi comunicación. Hay gente que lanza ideas. Yo soy un poco más primitivo y me dedico a lanzar pedradas. Espero haber tenido buena puntería y haber alcanzado a alguien en la cabeza.
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MB -. Fernando dice que en la Nochebuena no se lo pasa bien. Yo no sé vosotros, pero yo nunca me he divertido una Nochevieja. Hay un motivo. Si yo quiero pasármelo bien, produzco un efecto paradójico, porque al final no me lo paso bien. Recuerdo una paciente, una chica joven. Viene a mi consulta y me dice:
A los psicólogos hay que decirles la verdad, ¿no?
Yo le contesté que debía hacer lo que quisiera (risas del público), claro. Me dijo:
Mira, yo he estado con muchos chicos y siempre me ha ido fenomenal, pero ahora me he enamorado de una persona con la que quiero compartir mi vida, pero con él no siento nada en la cama.
Su problema consistía en que ella pensaba: “Si me ha gustado mucho con gente que no me importaba tanto, con este tiene que gustarme más”. Entonces, ¿qué hacía? Trataba de provocarse placer, pero, ¿qué le pasaba? No sentía absolutamente nada. Le dije que debía hacer un experimento y convertirse en una estatua de hielo:
Debes acostarte y hacer todo normalmente, pero debes tratar de no sentir nada, debes averiguar cuál es tu límite más bajo para luego empezar a reconstruir.
La chica, tres días después, me llama. (Risas del público). Me dijo:
Ya te imaginas lo que te voy a decir, ¿verdad?
No lo sé, le dije.
La primera cosa es que me has engañado, y la segunda que no volveré a verte porque ya no te necesito.
Son las intervenciones que me gustan. Nosotros escuchamos, no tanto el contenido de lo que nos dicen, sino más bien la estructura de aquello que provoca o evita una emoción. Aquí podemos ejercer el cambio radical. Un escritor no puede describir una emoción, pero puede llevarnos a sentir cosas que nos producen la emoción. La emoción es siempre indirecta. La magia de la comunicación es que podemos hablar de cualquier cosa y de su contrario, pero lo único importante es el objetivo que yo me propongo. Si yo leo en una botella de agua que el líquido contenido en ella tiene efecto diurético, pensaré que es fantástica, pero la verdad es que todas las aguas son diuréticas. El primero de los axiomas de la comunicación: es imposible no comunicar.
Siempre he dicho esto a mis alumnos de escritura literaria. Puedes escribir que el protagonista de una historia es alto, guapo y muy simpático. Eso resulta pobre, pues como lector puedes creer o no al narrador. El lector no ve si ese protagonista es realmente guapo, alto ni simpático, si no lo muestra el autor; al fin y al cabo, el autor debe lograr que el lector piense así del protagonista enumerando una serie de acciones que lo definan.
Mauro, lo que estabas explicando ahora, ¿es psicología inversa?
MB -. No siempre. Si entra una chica a los Locos de la Luna y piensa que todo el mundo le odia, la psicología inversa no funcionará porque no es una paradoja. Esa persona que piensa así, mirará mal a todo el mundo y el mundo, que está aquí tan tranquilo bebiendo un vinito, pensará “¿por qué esta que acaba de entrar me mira mal?”, y le mirará mal y ella saldrá a la calle y dirá:
¿Lo ves? ¡Aquí todos me miran mal!
El problema aquí se construye sobre una creencia y todo lo que sucede a su alrededor lo convierte en una afirmación de su realidad.
Sucede lo mismo cuando las cosas te van bien y frecuentas los círculos con alegría y positividad. De esta manera, vas sembrando el éxito.
MB -. Claro. Pascal decía a los que habían perdido la fe que debían ir a la iglesia, santiguarse, arrodillarse, rezar. Si haces eso, la fe no tardará en llegar. La fantasía es la madre de la realidad. Todo lo que yo me creo, lo puedo realizar; si soy capaz de llevarlo a cabo, claro.
Presentamos al poeta Enrique Urbano.
ENRIQUE URBANO -. En un diálogo, Mauro, ¿qué cree que es más importante para el individuo, la palabra o el silencio?
MB -. (Mauro hace bailar su cabeza como lo haría el balanceo de una araña colgada de un largo hilo). Esta pregunta es muy interesante. Es importante, más que una cosa u otra, el ritmo. Si quiero comunicar, debo saber construir un ritmo. Cris, por ejemplo, cuando ha recitado su poema, retiraba el micro de su boca de vez en cuando, porque quería una pausa. El silencio y la palabra no deben imponerse el uno al otro, son ingredientes de la misma cosa.
Junto con el ritmo, son importantes el tono, la velocidad, el volumen. Cada uno tiene un efecto. Si quiero causar una impresión hipnótica, debo crear un tono monótono, las palabras largamente pronunciadas. Si quiero producir hilaridad, usaré lo que hacía Fernando, cambiar radicalmente el tono de la voz. El silencio pues, forma parte de la comunicación y debemos aprender a usarlo.
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Palabra, de Enrique Urbano
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La palabra es la voz complicada
de entender.
La palabra conduce a la revolución,
al insólito fin de la interpretación,
pues dos palabras, sin más,
pueden causar, hiladas a la par,
dolor y amor para una eternidad.
Heme aquí, amplificador en mano,
temiendo a las palabras, a rabiar.
Las temo porque dicen
lo que no debería haber dicho,
y de haberlo tenido que hacer,
más que en un papel,
debería haber sido en tu oído.
Quizás sobre la palabra,
pues el silencio es saborear
aquello que no paladeamos ayer,
la esencia de lo dicho,
como el poso del buen vino.
El despertador sonando,
el Sol en las persianas,
la Luna haciéndonos café,
el olor caliente a pan y mermelada,
la tierna y gélida sábana en los pies.
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Entonces Mauro, las emociones son la piedra angular de la comunicación.
MB -. Muchas veces hay personas que intentan hacer ver que no tienen emociones porque sienten miedo de ellas. Otros las ocultan porque les duele darles rienda suelta, a otros les produce rabia y otros las rehúyen porque buscan el placer y no lo encuentran. Estos últimos son los peores. Preguntaos: ¿Cómo se puede obtener el placer? Es como intentar coger un gato negro en una estancia oscura. ¿Alguien sabe cómo se puede hacer?
LUIS OROZ -. (Entre el público) Hacer que el gato venga a ti, con un pescadito, por ejemplo.
MB -.¡No es necesario! Los gatos saben adonde ir. Si nos sentamos en el suelo, el gato buscará el rincón más caliente y más suave; en mi caso, buscará mi barriga (Mauro se toca la barriga como si en ella fuera a refugiarse el placer del que habla, todos los días). Hace poco escuché una pregunta que me llamó la atención. Decía:
Todos aquellos que huyen del amor, ¿adónde van?
Ahora, para acabar, Mauro va a comunicarnos su especial concepción del amor. En realidad, es una sola palabra.
MB -. Pero si lo dices así, la gente se enfada. Hace unos años conocí a Paul Watzlawick, que escribió un libro que se llama “El arte de amargarse la vida”. Es un libro delicioso, una joya. Dice que toda nuestra vida es un auto engaño. Nosotros percibimos la realidad y luego la construimos. Como decía Albert Einstein,
Nosotros tenemos una teoría y la teoría nos permite ver las cosas.
De repente, uno se levanta y dice:
Sí, ¡pero el amor no tiene nada que ver con todo esto!
¿Cómo que no? -respondió Watzlawick-, el amor es el más sublime de los auto engaños.
¿Cuándo amamos? Cuando hacemos algo. El amor no es algo que se mantiene porque sí. El enamoramiento dura muy poco. Luego, ¿cómo puedo mantener el amor? El amor depende de lo que nosotros hacemos. Como dice Pirandello, detrás de nuestra máscara no hay nada. Detrás del amor no hay nada, por eso es un auto engaño. Es el auto engaño más bonito, el que hace que la persona que tenemos delante cada día y que queremos amar sea la mejor y con quien no queremos que nuestra historia acabe nunca. Así es como deberíamos construir nuestro amor.
Si, como dice Nietzche, yo me repito muchas veces algo, luego no tengo que empeñarme en hacerlo, porque me sale espontáneamente. Entonces amo, no porque me lo auto impongo, sino porque quiero. El amor, como el resto de las cosas, está en nuestras manos. No se puede inculpar a los demás de todo lo que te pasa. Sabes que si todo te va mal, no es culpa tuya, y si todo te va bien es gracias a ti. Estaría bien que fuera otro el que decide por ti. Cuando nos desenamoramos, no es que el amor haya terminado, sino que nosotros no hemos sido capaces de mantenerlo vivo, cosa muy difícil, hasta que no lleguemos a esta espontaneidad aprendida. Lo más bonito de todo esto es que nuestra vida está en nuestras manos; si no está en nuestras manos, no es un problema. Si no hay una solución, no es un problema. Mi abuela decía:
La muerte, ¿por qué hay que pensar en la muerte?
Ella vivió 103 años olvidándose de ella. Yo creía que no se moriría nunca.
Hasta que se acordó.
El único secreto consiste en olvidarse de las cosas que hacemos voluntariamente, repitiéndolo muchas veces y construyendo la espontaneidad. La espontaneidad no existe porque todos somos así. Todo lo hemos aprendido, a andar, a hablar…, y todo se puede cambiar.
TOMEU RIPOLL -. (Con tono dolido transformándolo hacia la jocosidad). Mauro, ¿por qué Belén Esteban o un partido Madrid-Barça tienen más audiencia que un poema de Benedetti o una película bien hecha, que tocan el alma y nos ayudan a vivir? ¿Por qué la comunicación debe ser tan llana? ¿Por qué se llega a masas siendo simple y mi libro solo ha llegado a 400 ejemplares vendidos? (Risas del público).
MB -. Me dedico mucho a ver dibujos animados, como los Simpson. Recuerdo un episodio en que Bart Simpson dice:
¡Ostras no, esto es aprendizaje!
Recuerdo cuando yo estaba en la escuela. Tenías que pertenecer a un grupo de amistades y tenías que estar siempre con ellos. Si no era así, eras un marginado. Yo me aburría mucho, porque me gustaba hacer cosas diferentes. La Coca-Cola o el McDonalds son iguales en todo el mundo. ¿Qué produce esto? Nos proporciona tranquilidad, seguridad. La gente se dice:
¿por qué voy a protestar si se mueren 25.000 niños cada día? ¡Déjame tranquilo! Déjame hacer lo que la mayoría, apagar mi cerebro y estar tranquilo.